lunes, 28 de septiembre de 2009

Focus Abengoa recupera para el Centro Velázquez la Santa Catalina de Murillo robada por el Mariscal Soult



Confundida en diferentes colecciones extranjeras y atribuida tanto a Zurbarán como a Alonso Cano, la Santa Catalina que recientemente ha adquirido Focus Abengoa, presenta una historia procelosa y ha sido pasto de la codicia a lo largo del tiempo, sin duda por la hermosura de la Santa y por ser un “retrato a lo divino” de gran elegancia y belleza. Citada por Antonio Ponz en su Viaje de España en la iglesia de Santa Catalina de Sevilla así como por el conde del Águila, Ceán Bermúdez se refirió también a ella como una “lindísima Santa Catalina de medio cuerpo, junto a la puerta de la capilla del Sagrario” de la citada iglesia. En 1810 se documenta en el Inventario del Alcázar entre los cuadros confiscados por el gobierno intruso como de Murillo, en la sala nº 11 y con el asiento nº 286: “Otro de 1 vª de alto y ¾ de ancho, Sta. Catalina”. Este dato es fundamental para relacionarlo con el lienzo ahora adquirido por la fundación, pues las medidas que se dan ahí corresponden con los 82,5 x 62 cms de nuestra pintura. Don Diego Angulo cuando publicó su monografía de Murillo, consignaba en su catálogo estos datos, si bien no los relacionaba con obra conocida. Sin embargo, aunque otorgaba dos entradas para el cuadro de Santa Catalina y para el inventariado en el Alcázar, dudaba si no se trataría del mismo, como así ha sucedido. González de León al escribir en 1844 sobre la iglesia de Santa Catalina de Sevilla, habla de las pinturas eminentes que hubo en este templo, “que no ha mucho los ha perdido el descuido o la codicia; una Sta. Catalina de medio cuerpo de Murillo…”. La prueba definitiva para confirmar que la Santa Catalina fue el cuadro robado por Soult la tenemos en dos fuentes, una de ella es una carta recientemente publicada por Ignacio Cano del párroco de la iglesia de Santa Catalina, don José Ollos Limón, fechada el 20 de enero de 1819, donde se quejaba amargamente ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: “que en el año pasado de 1811, extrajeron de su iglesia los franceses por orden del Mariscal Soult, una pintura de la efigie de Santa Catalina original de Murillo, de mucho valor y consideración, el lienzo, como de una vara de alto y menos de ancho, lo que el suplicante reclamo, idos los franceses al embajador extraordinario en París don Pedro Gómez Labrador y posteriormente al embajador ordinario de V.M. Peñalada y ha llegado a entender que dicha pintura se haya en esa corte, conducido desde Amberes, cuando desde dicha ciudad se condujeron otros muchos efectos preciosos. Y siendo esta pintura una alhaja propia de esta pobre iglesia, y pintura de su titular, suplica a V.M. se digne a mandar se le entregue abonando desde luego esta iglesia los costos que se hayan causado en su conducción y demás”. La siguiente fuente la tenemos en los Annals of the Artists of Spain de William Stirling Maxwell en su edición de 1848 quien al hablar de las pinturas de Murillo nos dice: “St. Caherine. Stolen by Marshall Soult from the church of St. Caherine at Seville. Small half-length figure. París. Ml. D. de Dalmatie, R. de l’Université”. El testimonio es definitivo. Sin embargo en 1852, a los pocos años de escribir esto, el propio Stirling compra esta pintura en la venta de la colección de Soult y en 1857 ya aparece atribuida a Zurbarán en una exposición celebrada en Manchester. A partir de ahí la pintura ha oscilado en atribución hasta considerarse incluso como de Alonso Cano en la última exposición del artista celebrada por la Junta de Andalucía. La prueba evidente de que era pintura importante y causó un gran impacto en los artistas fueron las copias que de ella se han localizado. Quizás la más singular es la que hizo el pintor Eugéne Delacroix (1798-1863) entre 1824 y 1827 conservada actualmente en el Museo de Béziers. El Museo Romántico de Madrid también conserva otra copia del siglo XVII procedente de Sevilla del legado del marqués de la Vega Inclán y la última copia se conserva actualmente en el Palacio histórico del Banco de Italia de Roma y fue adquirida en 1933 y procedente de la colección de Riccardo Gualino de Turín. Hasta tres copias diferentes de variadas épocas y sensibilidades son testimonio de la importancia de esta nueva pintura que enriquece el discurso museológico del Centro Velázquez y ayuda a entender mejor el retrato a lo divino que tiene como verdadera cima en nuestra Fundación a la Santa Rufina de Velázquez. La Santa Catalina de Murillo podrá verse y estudiarse en el contexto creativo del artista heredero del primer naturalismo hacia 1650-1655 gracias a la exposición El Joven Murillo que se inaugurará el 19 de octubre en el Museo de Bellas Artes de Bilbao y en Febrero en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya podía haber más fundaciones privadas (vease bancos) que realizaran compras de arte para la exposición publica sin tener como objetivo exclusivo las deducciones fiscales (caso de las daciones). Hay que aplaudir la política de recuperaciones de obras maestras de la pintura que se encontraban en el extranjero que está siguiendo la fundación, aunque este no sea su objetivo último.